27 de septiembre de 2012

Anochezco aquí.

Y de repente me encuentro frente al reloj, cara a cara, gritándole desesperadamente que vaya más despacio. Él se niega, y yo sigo perdiendo el tiempo. Últimamente corre mucho, y yo no puedo seguir su ritmo de vida. Tumbado en mi cama, alzo los pies bien en alto, contemplando con indiferencia el agujerito de mi calcetín. Al otro lado de la habitación tengo una botella llena de agua. Me muero de sed. Me muero de sed desde hace un buen rato, y aquí sigo. Hasta este punto hemos llegado. Moriré estúpidamente: deshidratado y masticando el mismo chicle desde esta tarde. Era de menta, creo.

Snowden - The Beat Comes





















2 comentarios:

  1. Eso es lo que tiene el reloj, lo que hace que lo ames y lo odies a la vez: que pase lo que pase nunca para. Nunca amaina su marcha. Nunca, nunca...

    M.

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  2. Totalmente de acuerdo. Quizás el problema sea que le presto demasiada atención. Gracias por leerme, voy a cotillearte el blog... :P

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