25 de junio de 2013

Inocencia compartida.

Hoy en el súper he encontrado la colonia que mi madre solía echarnos de bebés. A mí hermano mellizo y a mí, me refiero. Llego a casa, lleno la bañera y echo un chorro de mi recién hallado tesoro. Suena Kings Of Leon en la radio, me sumerjo en la bañera. Contengo la respiración. Es curioso; la música suena más fuerte bajo el agua.

 Tengo grabado a fuego en mi cabeza un momento de mi niñez que recuerdo con total exactitud. Cierro los ojos. Los vuelvo a abrir: estoy en casa de mi abuela, sentado encima de la mesa junto a mi hermano. Los pies me cuelgan. Veo el cielo desde la ventana, es grisáceo, como el noventa y nueve por ciento de los días en San Sebastián. Pero yo estoy alegre y río. Cosas de niños, supongo. Entra mi madre, ya ha vuelto de trabajar. Lleva una bolsa —Tengo una sorpresita —En seguida nos encendemos y botamos de emoción por toda la cocina. Mi madre se agacha a nuestra altura.  Qué ojos más bonitos tiene. Saca por fin el regalo de su bolsa. Es el VHS de Hércules.

 Salgo a respirar. Abro los ojos, me pican. Vuelvo a estar en mi baño. Huele a mi colonia de bebé. Ya nada es como antes. Nunca volverá a serlo. Los colores ya no son tan nítidos, ni las mañanas tan radiantes. Yo quiero volver a ser niño, quiero volver a ser el ratoncito de mi abuela.



2 de abril de 2013

Noches atemporales.

Nunca voy a aprender a quitar el teletexto de la tele. Nunca. Lo mejor es presionar todos los botones hasta dar con el correcto. Tampoco sé, por muy estúpido que parezca, dormir con la ventana cerrada. Respirando el mismo oxigeno toda la noche. Con ese silencio penetrante. Quizás sea un principio de claustrofobia. Me da igual. El ruido de la calle me da seguridad. La lluvia y el viento me relajan. Da lo mismo el frío que haga. Después Yeray con catarro.

  Cuatro treinta en la madrugada. No puedo seguir con este ritmo de vida. Insomnio puto. Tengo que acostumbrarme a levantarme antes. Miro por la ventana. A estas horas no habrá nadie despierto. Hay alguna que otra ventana con la luz encendida. Me imagino que madrugadores, pajilleros o azafatas. Vivo cerca de una residencia de ancianos, y sin lugar a dudas es el edificio con más luces encendidas de toda la calle. Me hace pensar en la vida y me pone triste. Me hace pensar en muchas cosas.

No consigo dormir; tengo que dejar de pensar tanto.



21 de marzo de 2013

Sed insaciable.

Bebo demasiada agua y no sé si es una obsesión o una necesidad realmente. Como cuando andas con prisa y antes de salir de casa vas al baño como cuatro veces. Mi bambú, en cambio, no bebe. A veces se me olvida que existe. Resistiendo en un jarrón de los chinos, acumulando polvo hasta el fin de sus días. Es un superviviente. Repentinamente lo quiero con locura. No es más que una víctima. Me odio. Me quiero. Me vuelvo a odiar. Bebo agua.



Hoy no ha dejado de sonar esto en mi cabeza:
British India - I Can Make You Love Me

22 de febrero de 2013

Inseguridades aseguradas.

Estoy cerrando la puerta de casa. Siento que se me olvida algo. Odio esta sensación. Me gusta viajar en bus. Relajarme escuchando música. Apoyo mi cabeza contra el cristal y me sumerjo en mis pensamientos. Pensamientos raros. Raros siempre. El busero cabrón se come un bache y yo reboto contra el cristal —Joder—. Llueve. Qué raro. Qué mágica es la Bahía de la Concha.

  Siento que se me olvida algo. Odio esta sensación. La odio. Mucho. La colonia. Mierda, no me he echado colonia.  Me siento desnudo. Mal. Fatal. Hoy no va a ser un buen día. Inseguridades aseguradas.


19 de enero de 2013

Facturas de anoche.

Llueve. Mucho. Hace viento y la puerta pega golpes. No voy a levantarme. Siempre me empeño en comprarme plantas. Pobres desgraciadas. Tendría que empezar a asumir que lo mío son mas las flores de plástico. Me ahorraría un dinero. Estoy espatarrado tirado en mi alfombra. A penas he dormido. Portazo. Me duele la cabeza. Portazo. Estoy de resaca. Portazo —La puta puerta ya, joder—.
Necesito dormir.



14 de diciembre de 2012

A carbonazos con el Olentzero.

La Navidad acecha y yo tiemblo: comprar regalos, dinero, sonrisas falsas y sobre todo, Nochevieja. Esa noche en la que todos nos vemos obligados a salir, intentando divertirnos sin manchar nuestros trajes. Y sin un puto taxi disponible en toda la ciudad, claro. Quiero volver a los 5 años, que me regalen un Playmovil y tener entretenimiento hasta la vuelta al cole. Eso era Navidad. Ahora nada. Estoy planteándome muy en serio apagar el móvil y quedarme con mis abuelos. Ellos me hacen feliz. Odio estas fechas, soy el Grinch.


1 de diciembre de 2012

Poleo.

Para ser una persona a la que le encanta mirar por la ventana es irónico que mi habitación dé al patio interior. Tampoco hay mucho que ver ahí fuera. Anoche hacía mucho-mucho frío en Siberia-Gasteiz, y hoy duermo entre Kleenex. Me extrañó y mucho no encontrarme ningún pingüino. Llegué a la conclusión de que los sándwiches de las máquinas expendedoras de las estaciones de buses no son para personas. Aquel sería el último sándwich que me comprara, y el último euro con ochenta que me robaran.

17 de noviembre de 2012

Paraíso artificial.

Las tardes azul oscuro acompañadas de lluvia son mis mejores amigas para sobrellevar la resaca. Una cervezita para adentrarme en los mas profundos de mis sentimientos, y pensar, y pensar. Tendría que dejar de pensar tanto. Eso me dicen. Eso pienso. Pero no lo hago. Me gusta el otoño, pero hasta cierto punto, claro. Cuando una hoja te golpea en la cara agresivamente, ya no es tan bonito. Y si estás rodeado de una multitud de gente, menos. En ese caso sólo te queda una opción: despegarte la hoja de la cara con la poca dignidad que te quede, que será poca, y tirar para delante.

Me embadurno las manos de crema. Las llevo a la nuca y me doy un ligero masaje, en círculos y presionando. Qué fiesta anoche. Qué bien huele esta crema. Qué sueño. Qué cerca mi cama.


3 de noviembre de 2012

Mis pies.

La inspiración de escribir la perdí anoche junto a mi dignidad. Como siempre. Pero todo me es indiferente una vez llego a mi cama. Amanezco. Bajo todas las persianas de casa. Me tomo un café y vuelvo a la cama. Todo es mucho más bonito desde mi cama. Agua, agua, agua...¿tengo que levantarme? Sí. No. Ya estoy levantado. Mierda. Mis pies nunca han conocido unas zapatillas de casa. Qué bonito es andar descalzo. Después catarro. Después me quejo. Y después Frenadol. Qué caro es ponerse enfermo.

Nota importante de supervivencia: a mí no se me habla por las mañanas. Muerdo, rujo y, en ocasiones, mato. Eso es así.

27 de septiembre de 2012

Anochezco aquí.

Y de repente me encuentro frente al reloj, cara a cara, gritándole desesperadamente que vaya más despacio. Él se niega, y yo sigo perdiendo el tiempo. Últimamente corre mucho, y yo no puedo seguir su ritmo de vida. Tumbado en mi cama, alzo los pies bien en alto, contemplando con indiferencia el agujerito de mi calcetín. Al otro lado de la habitación tengo una botella llena de agua. Me muero de sed. Me muero de sed desde hace un buen rato, y aquí sigo. Hasta este punto hemos llegado. Moriré estúpidamente: deshidratado y masticando el mismo chicle desde esta tarde. Era de menta, creo.

Snowden - The Beat Comes





















15 de septiembre de 2012

Ikea, adoptadme.

Cuando vuelvo a San Sebastián hasta las palomas vuelan más bonito. Lo que vosotros llamaríais mal tiempo, es siempre una alegría para mi. Me encanta la lluvia, me encanta que quede menos para el invierno y poder ponerme jerséis de punto mientras me caliento las manos con una taza de té. Septiembre, mes de promesas. Yo me prometo, por decimosexta vez en mi vida, dejar de morderme las uñas. No os riáis de mí. Ya iba siendo hora. No puedo pensar, el nuevo catálogo de Ikea me tiene cautivado. Llevadme de fin de semana, porfis. Besis, guapos.




29 de julio de 2012

B-SS.

Cuando he vuelto a casa no sabía muy bien que hacer: si besar el router de banda ancha o si abrazar mi cama. Ha sido algo así como raro. Lo que ha dado lugar a una cervezi bien fría para entrar en sueño y dormir forever and ever. 20 días de vacaciones. Vacaciones en mi casa. En mi casa-casa. Quiero decir, en casa de mis padres. Y queráis o no, se agradece. Mucho. Porque tengo un cacao mental enorme. Os explico: en mi piso de Bilbao no me siento como en casa, y en mi casa-casa no me siento como en casa tampoco. No estoy loco. Pero sea lo que sea, aquí está mi gente, mis amigos, mi familia, mi todo. Me miro al espejo, recién levantado. Esas ojeras, esos ojitos de sueño y este pelo impeinable que tengo. Me rindo. Antes de ponerme más asquerosamente sentimental aún, voy a depilarme. Con cera. Para sufrir y ponerme bizco del dolor. Que la cafeína ya no me hace el mismo efecto. Buenos días.


21 de julio de 2012

The Tarantula.

Odio tener la razón, con todas mis ganas. Y siempre la tengo, por desgracia. Nunca me ha gustado ir contando mis penas y no voy a empezar ahora. Yo sólo sé que estoy tumbado en mi cama, de resaca y deshidratado. Y la cosa no va a cambiar: la gente va a seguir siendo repugnante y yo voy a seguir tumbado en mi cama. Las excusas que me ponéis, por cualquier motivo en general, son bombas para mis oídos. Después me desorino de todos vosotros, no os creáis que sufro, no. Realmente no me importa. No me decepciono porque no me hago ilusiones. Y así me va. Disfrutadme.

2 de julio de 2012

Los mosquitos no duermen.

La vela se va consumiendo poco a poco. Me gusta el ambiente que crea. Las horas pasan y el momento de acostarse acecha. Que no voy a dormir. No como en mi cama. No sin el miedo a que asomen todo tipo de pensamientos que me dejen toda la noche sin pegar ojo. Y luego me pongo canciones depres. Me muerdo más las uñas. Me echáis la bronca por tener las manos feas. Y no. Me voy. Voy a perderme en mis pensamientos. Que son muchos.



25 de junio de 2012

No hubo ninguna hoguera.

Los días de resaca van acompañados de litros de agua, siempre. No me estoy dando cuenta de lo que está pasando en mi vida, de lo que me está pasando a mí. Quizá sea que no quiero darme cuenta. Una semana. En una semana pueden pasar muchas cosas y puede no pasar nada. Pero va a pasar. Y yo soy un chico muy sencillo y reservado. No me gustan los cambios y a la vez me apasionan. Me hacen pensar. Pienso todo el día. Me distraigo, pierdo el bús, se me quema la comida y sonrió y hago muecas con la cara. No estoy loco. Mi vida está cambiando, eso es inevitable. No quiero aceptar que llega el verano, acababa de asimilar que era invierno cuando de repente me tengo que despelotar y alimentarme a helados. Pues no. Con lo rico que es dormir enrollado en un edredón o llegar a casa y pegarte a la estufa. El verano saca lo peor de todo el mundo: sudas, te quemas, te tienes que depilar... Me niego. Voy a seguir bebiendo agua. Soy un pato. Me atraganto. Paz, hermanos.