5 de abril de 2011

Un coche rojo.

Uno que me lleve muy lejos, aunque solo sea por uno día. Un sitio nuevo y diferente. Creo que solo me llevaré una toalla, para posarla sobre el suelo en el que me tumbaré de boca al cielo. No tendré que preocuparme de nada más a que las nubes siguen allí, en lo alto. Entreabriré un ojo y lo volveré a cerrar, debido al  fulgor del sol. De vez en cuando estiraré los brazos bien altos, comprobando que no estoy encerrado, como tantos días atrás. Y los descenderé, estirando todos y cada uno de mis músculos, quedándome dormido bajo ese irreal panorama. 

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