22 de junio de 2011

Aída Nizar lo habría hecho.


Y desde el otro lado de la mesa, lanzas una sonrisa forzada al aire. Fingiendo como si la estupidez que te acaban de decir fuera graciosa. Y mientras el otro individuo sigue conversando, te sumerges en tus pensamientos. Cómo te gustaría levantarte y tirarle la silla a la cabeza, golpearlo hasta desnucarlo. Qué paz. Pero tienes que mantener las formas. Levantas la mirada, otra sonrisa forzada.

Cómo envidio a los animales salvajes.


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