13 de junio de 2012

Yo, sacarina.

Un día sin una buena taza de té no es un buen día. No es ni medio día. Y las noches no son noches sin una gran taza de cualquier infusión. Y yo sigo estas dos reglas de oro a rajatabla. A todo esto que ayer estaba yo con mi taza de infusión nocturna, la segunda ya, y en la tele estaba uno de estos programas asquerosamente emotivos a los que los ciudadanos acuden para resolver sus problemas delante de todos los telespectadores, porque arreglar los conflictos familiares en el salón de casa está sobrevalorado. Pero con el programa de ayer lloré tanto o más que cuando me golpeo el dedo meñique del pie. Sophia Loren y una vieja amiga española suya se iban a reencontrar. Haciendo un gran hincapié en vieja, ya que de verdad os digo que estaba realmente preocupado de que aquella pobre anciana encorvada pasara de ese mismo programa. Y aún más de que sobreviviese al impacto de la sorpresa. Finalmente la veterana actriz italiana y la abuelita se abrazaron y besaron como si no hubiese un mañana, y seguramente para una de las dos no la habría. Sophia Loren alta, grande y firme acogía a su vieja amiga entre sus brazos acariciándola con sus enormes manos mientras la abuelita entre conmovedoras lágrimas le recordaba repetidamente: "tú comiste en mi casa de Vallecas ¿te acuerdas? Lentejas y tortilla de patata".



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